¡Aquellos años 50!
Viernes, 31 de Diciembre, 2010TODOS sabemos lo que se hace hoy para despedir un año y saludar al que entra, pero una mayoría ignora que pasaba en la mitad del siglo pasado, cuando Lugo apenas superaba, si los superaba, los 50.000 habitantes y no existían los pubs, ni las discotecas, ni las bebida entonces exóticas que sólo se conocían a través de las películas.
Vamos a hablar un poco de eso.
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EN el Fin de Año de los años 50, dos sociedades, una de manera muy especial, acogían mayoritariamente a la gente que salía después de la cena. Eran el Casino, que entonces puede que todavía estuviese en el local que ahora ocupa la oficina central de Caixa Galicia, al fondo de la Plaza de España, y el Círculo de las Artes, cuyo Salón Regio era escenario de los saraos más concurridos y celebrados. Aunque ya entonces los muy jóvenes (los de 15 y 16 años) tenían acceso a la Sociedad, todavía no se habilitaba la parte de abajo para darles cabida y se mezclaban arriba con los mayores y hasta con los muy mayores. Además era tradición tomar las uvas ya en el baile. A las 24 horas la orquesta de turno, que en ocasiones ya había empezado a actuar, hacía un alto y el batería, golpeando fuerte sobre uno de los platillos daba las doce “campanadas”. Luego el baile se prolongaba hasta la madrugada sin mayores problemas, aun cuando en un tiempo estaba marcado oficialmente que tenía que concluir a las tres y media o a las cuatro.
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A falta de pubs y discotecas, en la versión de ese tipo de locales años 50 se transformaban algunos cafés y restaurantes de la época. Por ejemplo eran muy apreciados los bailes que organizaba el Café Centro (ya entonces uno de los muy concurridos y en la actualidad superviviente de un tiempo del que ya no queda ningún local de aquellos, o muy pocos) y el Ibor, un café muy popular entonces que ocupaba el local que ahora tiene la Cafetería Madrid. Un poco después se incorporó el Monterrey y no tengo claro que en el precioso comedor del Hotel Méndez Núñez, donde ahora está “Stradivarius”, hubiese tradicionalmente fiestas de Fin de Año. Sí las organizaba con música en directo el restaurante La Barra y el restaurante Fornos, que se nutrían de los clientes que iban a cenar y de los que se incorporaban después. Otro Café para tomar las uvas era el Metropol, ya desaparecido y sito a la salida de la puerta de la Estación; y no podemos olvidarnos del Hielo, en la calle de San Marcos. Había otros varios restaurantes en los que se daban cenas de Fin de Año, pero de los que luego se movía la gente para ir a otro sitio como El Verruga, el Celita, Casa Marbán, Casa Bao, La Coruñesa…
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LOS locales que anunciaban música en directo solían contratar a orquestinas de tres, cuatro o cinco componentes: siempre un pianista (los maestros Abella y Parra) y luego un trompeta o un saxo, batería, bajo y acordeón. De los vocalistas de entonces supervive Machín Blanco cuya orquestina actuaba mucho en La Barra y en el Casino. El Círculo era el único local que se permitía grandes orquestas; todas las buenas de Galicia de entonces (Florida, Poceiro, Chicos de Jazz, Continental Satélites…) y muchas de Madrid y Barcelona e incluso alguna extranjera.
En algunos locales tenían pick up y los más aportaban la música de las emisoras de radio, que ofrecían programas especiales de bailables. A través de la radio seguían también la mayoría las 12 campanadas.
La aparición de la televisión aportó música de grandes orquestas; poco más que eso había en el especial Fin de Año de TVE que se emitía en directo y que daba origen a situaciones curiosas y divertidas como aquella en la que uno de los presentadores se pasó de copas y al final apenas revolvía la lengua. En el primer espectáculo de TVE en el tránsito de un año a otro que recuerdo actuó durante casi todo el tiempo una orquesta sudamericana que se llamaba “Los satélites de Nicaragua”.
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¿QUÉ se bebía entonces?. Sidra fundamentalmente; El Gaitero para más señas y un champan de la marca Codorniú de la gama más baja, llamado Gran Cremant; los más pudientes alcanzaban otro de Codorniú llamado “Nos Plus Ultra”. No se conocían los cubatas, ni los gin tonics, y los licores preferidos eran los anises (El Mono y Las Cadenas), los coñacs (Fundador, Soberano, Veterano y Terry, cuya red protectora era posteriormente juguete de los chavales). Se bebía alguna ginebra (Bols en caneco de barro era la más apreciada y también la Larios española). Se la rebajaba con sifón y a veces se le añadía azúcar. Del güisqui, no se sabía nada más que lo tomaban los vaqueros en las películas. Otras bebidas: los vinos dulces tipo El Coloso, Sansón, o los ponches como el Real Tesoro.
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UNA costumbre habitual, sobre todo de la gente joven, era en aquella época el que, ya rozando el alba, sobre las seis o las siete de la madrugada, cientos de trasnochadores, de esos que iban de retirada de los diferentes locales, se concentrase en el llamado “paseo”: Plaza de España y calle de la Reina, en donde a esa hora siempre había a mano un fotógrafo callejero que inmortalizaba una escena similar: grupos de jóvenes, siempre impecablemente vestidos con traje, camisa y corbata, normalmente con gabardina, que se retrataban en grupo. Muy raro que nadie portase botellas o vasos de bebida; el botellón era impensable. Los de más aguante acababan en la churrería de la Plaza de Abastos y años más tarde, a principios de los 60, en las gasolineras de Los Claveles y el Miño, que mantenían abierta toda la noche su cafetería.
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LOS tiempos cambian y ahora son los pubs los que esta noche concentran a una mayor cantidad de público, sin olvidarnos del Círculo, en cuya parte baja, convertida en improvisaba discoteca debutan en los saraos centenares de de quinceañeros.
Las cenas multitudinarias que se organizaban en los restaurantes de gran capacidad se han reducido notablemente este año como consecuencia de la crisis; en algunos casos incluso se han suprimido. Habrá lleno en los locales que ofrecen cenas a la carta, han aumentado los fiestas caseras, las cenas en domicilios, para salir luego a tomar las copas y las fiestas privadas en improvisados locales de cierta capacidad, contra las que llevan mucho tiempo luchando sin éxito los empresarios de hostelería. Se calcula que tres de cada cuatro fiestas que se celebran esta noche se hacen en locales no autorizados para este tipo de reuniones.
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En mi casa hemos tenido una especie de ensayo general, con cena, copas y música y apelamos a las canciones de los años 70 y 80 con Tino Casal, Nika Costa, Manzanita, Abba, Ángela Carrasco e incluso escuchamos algunos números del musical “El diluvio que viene”, cuyo éxito hace unos 30 años, en el Teatro Monumental de Madrid, todavía creo que no se ha superado.
Hoy viernes por la mañana volveremos a reunirnos todos los de la familia, seguro que saludaremos a muchos que de fuera se incorporan a la ciudad para pasar la última noche del año y naturalmente nos daremos una vuelta por la calle de los vinos.
Por anticipado a todos: ¡FELIZ SALIDA DEL 2010 Y ENTRADA EN EL 2011!
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LAS FRASES
“Los hombres de estado son como los cirujanos: sus errores son mortales” (FRANCOIS MAUTIAC).
“Lo importante no es escuchar lo que dice, sino averiguar lo que se piensa” (DONOSO CORTÉS).
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LA MÚSICA
Esta es la melodía probablemente más interpretada y celebrada en la noche de Fin de Año. En inglés se titula “Auld Lang Syne”; en castellano “El vals de las velas” y hay que reconocer que sirve para conectar como ninguna otra con la despedida de un año y la llegada de otro. Esta versión se escuchó en Toronto, Canadá a cargo de la orquesta encabezada por el violinista André Rieu:
Y por el mismo precio, la versión de la orquesta y Coros de la BBC.
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ELHASTA LUEGO
Al borde de la una de la madrugada me voy a dar un paseo con Bonifacio. La noche parece que está bien y la primera del año también será agradable, con lo que la animación está garantizada.