Lunes de Semana Santa
Estamos empezando la Semana Santa y desde hace muchos años, el lunes constituye una fecha muy especial por la procesión de la Cofradía de la Virgen de la Esperanza y todo lo que la rodea.
La jornada se inicia con la recepción a la Marina de Guerra en el Ayuntamiento. Alguien del público que asiste a ella dice que “sin la presencia del ejército esto no sería ten bonito”. Es una pena que todo lo relacionado con la bandera y del himno nacional, lo hago extensivo al himno gallego, haya perdido valor entre un sector de la ciudadanía. Ayer cuando sonaba el himno, los que estaban con gorra o con sombrero no hicieron el mínimo además de descubrirse.
Pregunto a la autoridad, militar naturalmente, si la presencia de la Marina puede acabarse en un futuro próximo(recordarán que el Ministerio de Defensa ha tomado la decisión de que no participen soldados en manifestaciones, nuevas, de este tipo). Me responden que no saben nada. Me dicen también que todos los militares que estuvieron ayer en Lugo vinieron voluntariamente y que las dietas correspondientes fueron abonadas por la Marina(también he contado aquí que a la cofradía que desfiló el domingo y que pretendía la presencia de una escuadra de la Legión le solicitaron 72 euros por cada soldado desplazado, antes de que les comunicarán que ni pagando).
Llama la atención que entres los gastadores haya una mujer. Tradicionalmente el pelotón estaba integrado por hombres y muy altos. También es curioso que de los siete tambores de la banda seis fueran mujeres.
Lugo ha dado muchos militares del Ejército de Tierra, algunos del Aire y pocos marinos. Recuerdo que hace algunos lustros, en este día, acudía a la recepción y al desfile un apuesto coronel del Departamento Jurídico de la Armada natural de nuestra ciudad. Se apellidaba Piñeiro Maseda y era conocido entre un sector de los lucenses más próximos a él y a su familia como “Pelitos de Oro”. No hace falta que diga, pero lo digo, que tenia el pelo muy rubio.
Hace algunos años, en la comida que la Junta de Cofradías ofrece a los mandos de la Marina se produjo una anécdota que entonces no trascendió y que voy a publicar ahora. Al Almirante Jefe de la Zona Marítima del Cantábrico, el camarero que lo servía le tiró por encima del uniforme de gala parte del contenido de una fuente de pescado en salsa. El militar ni se inmutó, ayudó al camarero a superar la incómoda situación y llamó a El Ferrol para que le trajesen un uniforme nuevo.