De volando nada; es una manera de hablar. Ni en avión, ni siquiera en el coche de alguien que yo se me sé y que va a la capital de España en bastante menos de tres horas. He ido y vuelto a Madrid con un amigo prudente al volante, que no ha pasado nunca de los 130-140 y al que ha adelantado todo el mundo.
Bueno, en Madrid unas horas para propiciar la entrevista del amigo conductor con Rolando Saad. ¿Quién es?; pues un músico argentino, guitarrista para más señas, que se vino aquí a finales de los 80 y que se ha convertido en uno de los más solicitados concertistas de guitarra.
A Rolando lo conocí en el año 91, cuando yo era Gerente del Patronato de Cultura, y en unas circunstancias no precisamente agradables. El había organizado una gira de la Sinfónica de Georgia coincidiendo con el 90 aniversario de la muerte de Kachaturian(el de “La danza del sable”, por ejemplo). La agrupación venía bajo la batuta de un sobrino del compositor, Emin y ofreció un concierto en Lugo. Los honorarios de la orquesta dependían de lo recaudado en taquilla y al final, cuando hicimos cuentas, se llevaron 63.000 pesetas. En las butacas del Auditorio había menos público que músicos en el escenario.
Aquel estrepitoso fracaso no arredró al empresario que siguió trayendo cosas a Lugo y con mejores resultados.
Más del breve viaje a Madrid: hacía peor tiempo que en Lugo; creo que por vez primera en mi vida no compre nada; en un bar de la Plaza de Santa Ana(donde dicen que “clavan” a los guiris) por dos grandes jarras de cerveza y sendos y generosos platitos de aceitunas y frutos secos, me cobran 4,50 euros y no puedo por menos que comparar con lo que pagué en una tasca lucense por un corto de cerveza, un corto de clara y una coca cola: 5,30 euros. Me impresiona lo que veo a la entrada de un local nocturno que funciona en la parte baja del Palacio de la Prensa, en plena Gran Vía: dos porteros tan grandes y anchos como el cercano edificio de Telefónica, cachean concienzudamente a todos los que entran; por si esto no fuera suficiente un tercero les pasa por el cuerpo un detector de metales. Me viene a la memoria la mítica J.J. una discoteca que funcionó allí mismo a finales de los 60 y principios de los 70 en donde actuaron algunos de los más grandes solistas y grupos del momento. Allí, en J.J. viví una anécdota que les cuento: estaba recién casado y fui con mi, mujer a ver a Carl Douglas y The Explossión, una banda muy de moda en aquel verano del 69, que se presentaba en España. No recuerdo lo que tomamos, pero si el importe: 190 pesetas(una fortuna si les digo que mi sueldo mensual como redactor en Radio Popular no superaba en mucho las 4.000). Cuando llamo al camarero para pagar me dice que estamos invitados por el trompeta de los Explosión. No hace falta que les diga hasta donde llegó mi sorpresa de que un norteamericano, inglés, o lo que fuera, se mostrase tan generoso y con nosotros. Pero todo se explica, como en caballería, y cuando al acabar la actuación me acerco al músico para darle las gracias y tratar de averiguar los motivos de su obsequio, me encuentro a Lito D’Agostino un argentino que un par de años antes había venido a Lugo, al Circulo, con la Orquesta de Carmelo Larrea(el compositor, entre otras, de “Dos Cruces” y “Camino Verde”) y al que había entrevistado en la radio, además de hacerle a él y a sus compañeros de orquesta, un curioso favor del que algún día les hablaré, porque la cosa tiene su gracia.
Hasta máis ver.

Esta entrada se publicó el Viernes, 2 de Noviembre , 2007 a las 0:00 am y está clasificada en General. Puedes seguir las respuestas a través de el feed RSS 2.0. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu sitio.